Wednesday, November 15, 2006

"Obscuridad"

Estoy sentado, todo en torno a mi luce obscuro, volteo hacia arriba y veo una diminuta luz, la admiro y contemplo, su lejanía me conmueve, tan sola en el espacio, sin nadie al rededor de ella, alguien que la abrace y le haga sentir el calor.

Cierro mis ojos, todo se vuelve obscuro, la luz ya no la veo, ahora la imagino, para cualquier lado que volteo me sigue la luz y me pregunto qué será, ¿será la luna?, ¿una estrella solitaria?, ¿o quizá una luciérnaga?, no lo sé, pero siento su soledad y el frío de su interior.

Abro mis ojos, volteo hacia arriba y ahí sigue, levanto mis manos para intentar alcanzarla, no lo logro ¿y si brinco?, no, tampoco, esa luz se quedará sola sin nadie a su lado, que triste ver una escena tan melancólica como esa.

Recuerdo que tengo cosas por hacer, sentimientos que aclarar y una vida que vivir, me paro, no veo nada, todo sigue obscuro, camino unos pasos y topo con una pared, tal vez equivoqué el camino, voy sobre la dirección contraria, topo con otra pared, repito la operación con los otros lados y el resultado es el mismo, ¿qué es esto?, ¿dónde estoy?, extiendo mis brazos hacia los lados y toco pared en ambos lados, giro en círculo sobre mi propio eje y no dejo de sentir la pared... ¡¡¡estoy en el fondo del hoyo!!!.

Qué ironía, la luz que veo arriba es en realidad la salida, soy yo quien está solo, sin nadie a mi lado, quien me abrace, quien me haga sentir calor, que triste sentir una escena tan melancólica como esta.

Friday, November 10, 2006

0-26

El bebé nace, las voces del mundo gritan ¡bienvendio a la antesala de la muerte!, su madre con lágrimas de felicidad encuentra un sentido para la vida pues ya lo diría Viktor Frankl, "El ser humano siempre está en busca de un sentido para su vida" (palabras más, palabras menos).

El niño ahora tiene 11 años, su felicidad se basa en el amor de su madre y la admiración que le tiene, sus juegos favoritos son las escondidas, andar en bici y contruir carros de madera.

A sus 16 años se rebela contra la autoridad, no sabe las preocupaciones y dolores que le causa a su madre, él siente que lo que hace es correcto, cree que sus amigos son ahora sus hermanos y que el tiempo en casa es tiempo perdido.

Cambio radical, el niño ahora vive en otro ambiente, fuera de todo aquello que conoce y hace cosas que no solía hacer, separación, hiperactividad y la rebeldía se acentúa cada vez más debido a su nueva figura de autoridad, ahora sí, quiere a su madre de vuelta.

El joven tiene ya 18 años, el amor de esa edad es el más sincero, pero sufre su segundo embate, el primero lo recibió a los 16, edad que marcó mucho de lo que será.

21 años han pasado, inicia su vida universitaria, deserta al poco tiempo y toma un año sabático, la decepción se hace presente, no había abandonado los estudios por un tiempo tan prolongado, pero esto le da la pauta para meditar sobre los acontecimientos pasados, descubre al poco tiempo que sus amigos, o más bien sus hermanos, no terminaron en buenos pasos, la tristeza se hace presente, la impotencia de no poder hacer nada al respecto lo domina.

Los años pasaron, ya tiene 24, su madre de vuelta con él aunque no en el mismo domicilio, él vuelve a sentir esa protección maternal que había dejado ocho años atrás.

La muerte lo saluda a los 25 con la partida de su bisabuela, aquella que de niño le contaba historias de la Revolución Mexicana y le daba de comer caldo de res en verano antes de irse a la esculea, aquella a la que él le bailó para animarla, aquella a la que no le pudo llorar abiertamente para sostener la integridad emocional de las integrantes de la familia.

Ha vivido 26 años, está a punto de cumplir una meta, su carrera profesional, sólo hay un par de cosas que le incomodan, algunos proyectos de la universidad y lo que pasa por su corazón, lo primero lo soluciona rápido, es cuestión de que se lo proponga, lo segundo... tiene que esperar, eso le atormenta, no tanto como a los 16 o a los 18, pero es algo de lo que de él no depende.

Gerardo Rios Rocha, Gerardo Ángel Rocha Ramírez, Lalo, Wey, Rios, ese es él, como quieran llamarle él volteará, sigue su camino, adelante y arriba como suele decir, por intensas que sean las barreras él las cruzará o intentará hacerlo, este soy yo, siempre viéndome desde fuera, tratando de percibir lo que los demás ven de él, caminando el tramo que me haga falta caminar, esperando poder ayudar a mi familia, amigos y hasta desconocidos, esperando salir adelante de las trabas que me he puesto, esperando el correo de Loami, esperando los audífonos y la katana adquiridos por internet, esperando que me regresen el bocho ya arreglado, esperando a María/Anayansi para poder platicar de algo con sentido, esperándose a sí mismo.

Continuará*...

*Cuando pasen algunos años.