Sunday, October 01, 2006

"La Misma Carrera"

Rápido, muy acelerado, casi a punto de estallar, no puede detenerse, por más que se le ordena un alto este no obedece, otra vez reniega de las órdenes, intento correr para alcanzarlo y decirle el por qué no puede ir tan rápido, me cuesta trabajo seguirlo, le grito ¡¡¡alto, te vas a lastimar otra vez!!! Sin embargo parece sordo, no me escucha, o no quiere escucharme, aunque esta no es la primer vez en que tengo que emprender la misma persecución y en cada una me cuesta más trabajo darle alcance y detenerlo.

Por fin lo alcancé, ya muy avanzada la noche, cansado, preocupado y agobiado estoy por su situación, a él parece no importarle, se desvanece y se niega a escuchar lo que le digo, siempre es lo mismo me dice, yo intento hacerle entender el por qué lo detengo, le recuerdo las veces en que ha corrido y las consecuencias de tal carrera frenética y desenfrenada, aun así sigue molesto.

Pasan las horas, sigo en mi vano intento de dialogar con él, me cansé de hablarle, yo también me desvanezco, quedo justo a su lado, un largo silencio se forma entre nosotros, silencio incómodo por cierto, pasan los minutos, los dos tirados, cansados, él de correr y yo de perseguir y hablar.

Sus labios se mueven y murmuran algo, me inclino para escucharlo mejor, con mucho trabajo logro descifrar sus palabras: siempre logras darme alcance, ya me cansé de intentar separarme de ti, ¿cuándo terminará todo esto?, yo sólo encojo los hombros y vuelvo a mi posición anterior.

Pareciese que los dos tenemos la vista fija en un punto lejano frente a nosotros, no nos volteamos a ver ni un instante y los minutos siguen pasando, en la ventana empiezan a dibujarse los primeros rayos del sol, la noche ha sido larga y tensa entre nosotros, yo sólo lo vigilo para que no intente correr de nuevo.

Tengo sueño, le dije, él no contesta nada, ni un gesto o movimiento se muestran en él, me siento a gusto pues creo que está lo suficientemente agotado como para emprender otra huida feroz.

Tengo sueño, me dice con una voz lastimera, no respondo, la ventana tiene ya luz propia, la mañana ha llegado y los minutos no se detienen, siguen su curso como desfile de hormigas rumbo a la migaja de pan en el suelo, de su boca salen nombres, no muchos, pero recuerdo a cada una de esas personas que él invoca y lo interrumpo con un seco y frío “ya sé”, él calla su lista.

Me siento mal por haberlo interrumpido, pero tiene la misma costumbre de sacar esos nombres de sus labios y yo tengo la costumbre de querer enterrarlos, las aves se escuchan ya, los automóviles pasan y el despertador suena.

Le propongo aprender a correr a mi lado, nada de persecuciones avorazadas, uno al lado del otro, que le daré libertad si él me la da a mi, pero ambos sabemos que dependemos del uno como del otro, él me pide que comprenda y yo simplemente señalo la cicatriz de la última carrera y al mismo tiempo le pregunto ¿la recuerdas?, agacha su vista y asiente con la cabeza.

Perfecto dice él, intentemos correr juntos, pero sin jalones y sin prisas condiciono yo, con la voz resquebrajada le pido perdón por el daño que le he ocasionado, los dos nos hemos dañado, pero sabes que no es intencional, también te pido perdón, él añade.

Meditamos nuestras palabras un instante, luego abro mi pecho y le digo: “Entra corazón, esperemos el momento de correr juntos”.

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