Thursday, May 24, 2007

MONOTONÍA.



-A Vania Puenteflores,
la verdadera amistad
no la corrompe la distancia
ni la adversidad-




1.- Entorno



Leticia toca a la puerta, no encuentra respuesta, vuelve a intentarlo y nadie del otro lado del umbral contesta, se retira del lugar no sin antes voltear a ver si alguien ha abierto; Leticia en la esquina, le hace la parada a un autobús que tiene escrito en su parabrisas con tinta para zapatos blanco “Eréndira”.

Todo luce solo, el alumbrado público destellando, un perro a la caza de una rata y un camión detiene su marcha, Leticia baja de él y grita: ¡Negro!, el perro voltea y menea la cola, ella sólo mueve su cabeza en forma de desaprobación, sabiendo que el perro estaba a punto de matar una rata, la tercera en la semana.

“Lectura del tarot” se lee escrito sobre una cartulina fluorescente que está pegada en la casa en la que entra Leticia, suspira, su vista clavada en la vieja manija de la puerta de una habitación, la toma y la gira, se escucha el crujido de la madera, pues la puerta no había sido abierta en largo tiempo, ella entra y la vuelve a cerrar.

El olor del incienso sofoca la habitación, un puro ya seco tirado en el piso, en las paredes se observan viejos retratos, algunos en blanco y negro, otros en sepia, todos de paisajes, sobre la mesa un mantel rojo, un mazo de cartas españolas y una moneda en un vaso de agua, Leticia toma la moneda, la seca y la mete en su pantalón roto.

Sabes que ellos se enojan si les quitas lo que les pertenece, dijo Petra, una anciana que está recostada en un catre al fondo de la habitación, ellos hace tiempo que nos abandonaron madrina, contesta Leticia, dirigiéndose a la anciana para darle un beso en la frente y una cajetilla de cigarros sin filtro.

Alberto vino hace dos semanas dice la anciana, Leticia sólo dibuja una sonrisa y no contesta nada, camina hacia la ventana y recorre las cortinas, el polvo acumulado dibujan los destellos del alumbrado público, ¿qué hora es? pregunta Petra, las once menos diez, contesta su ahijada y añade, voy a prepararle algo de cenar, y se retira.

Trastes sucios por todos lados, las cucarachas corren a esconderse cuando se encienden las luces, Leticia prende la estufa, pone un sartén sobre el fuego, añade aceite y se dirige a una mesita de madera, toma un par de huevos, rompe el primero, el olor fétido casi la hace vomitar, con el segundo sucede lo mismo...

Leticia entra en la habitación con un plato en la mano derecha y un vaso en la izquierda, sólo había este pan duro, tenga un poco de agua para que lo pase, dice a su madrina, quien con esfuerzo se incorpora de su catre para tomar sus alimentos, se escucha un celular, Leticia contesta, luego de colgar dice: me tengo que ir madrina.

¿Cómo está?, pregunta Roberto a Leticia, ya en la casa de ambos, Roberto es empleado del departamento postal de la localidad, viste sólo unos calzoncillos y fuma un cigarrillo sin filtro, pasa un momento y vuelve a preguntar, ¿amor, que cómo está?, ella le contesta, igual, insiste que Alberto fue a visitarla.

Las dos de la mañana indica el reloj, los dos están acostados, viéndose mutuamente, ¿cuándo le dirás lo de Alberto?, pregunta Roberto, ella sólo se encoge de hombros, molesta se voltea, le da la espalda, cierra sus ojos y un pensamiento pasa por su cabeza: “pinche Alberto, ¿por qué tenía que hacer eso?”.

Al día siguiente en el mercado están dos señoras platicando, ¿supo lo del muchachito aquel de la esquina?, pregunta una, la otra la reprende, sshhh, y pregunta en seguida, ¿en qué puedo ayudarte Lety?, a lo que le contesta, dame una docena de huevos por favor, despachado su pedido Leticia paga y se va.

El teléfono suena en casa de Leticia, es Roberto quien llama desde un teléfono público, pero en ese momento ella está en casa de Petra preparando los huevos revueltos que la noche anterior no pudo hacerle a su madrina, la cocina ya luce aseada, los trastes guardados y en el cesto de la basura unos huevos putrefactos.

Al acercarse a la puerta de la habitación de Petra escucha a su madrina, Leticia está en la cocina, ve a saludarla, ella entra al cuarto y le pregunta a la anciana, ¿con quién habla madrina?, Petra voltea con Leticia y le dice, pues con Alberto y al volver la vista a donde la tenía agrega, olvídalo hija, con nadie, vete a tu casa, quiero estar sola.

El Negro juega con el cadáver de la rata a la que cazó la noche anterior, el paso de Leticia a su lado es desapercibido, pues está muy entretenido con su pasatiempo, Petra se levanta de su catre, camina hacia donde está el puro tirado, lo recoge y se encamina hacia el buró, abre uno de los cajones y lo pone junto con otros seis que ya están ahí.

Te hablé en la mañana y no contestaste, le dice Roberto a Leticia, los dos están sentados en el comedor, cenando, ella le dice, fui a casa de mi madrina, Roberto vuelve a preguntar, ahora sí le dijiste lo de Alberto, ¿verdad?, y Leticia contesta con una negativa… el silencio se apodera del comedor y ya nadie dice nada.

Son ya las siete de la mañana, los índices de suicidio van en aumento, se escucha en la vieja radio que Roberto escucha mientras se alista para ir a trabajar, Leticia sigue en la cama, no le inmuta el ruido del noticiero, ya me voy, dice Roberto, en espera de una respuesta amorosa, Leticia sólo se acomoda y vuelve a dormir.

No me culpes por lo sucedido Lety, tampoco yo quería que esto sucediera, le dice Alberto, ella furiosa le contesta, ya ni chingas, no tienes idea de lo que tu mamá está pasando, de forma agitada despierta de su sueño Leticia, ya pasa del medio día, ella se queda recostada unos minutos más, recobrando la conciencia y el aliento.

No sé cuánto tiempo más podré soportar esta situación con mi mujer, le dice Roberto a Mario, su compañero de trabajo, lo que ella necesita es de tu apoyo, ahora más que nunca, le dice Mario, sin parar de escribir un reporte en su vieja Olivetti, una máquina adquirida en alguna de las administraciones de la década de los ochentas.

2.- Emociones


Una lágrima rueda por la mejilla de Petra al retomar la lucidez, recuerda que los días han pasado y no ha tenido noticia alguna de Alberto, su hijo menor que siempre fue tímido, que fue motivo de constantes burlas por su defecto al caminar, pues a temprana edad sufrió de polio y sus piernas quedaron dañadas de por vida.

Raquel, esposa de Alberto, vive en unión libre con Ricardo, ella pasa por una aparente felicidad, pero algunas veces se encierra en el baño para intentar reprimir su llanto, para ocultar todo ese sentimiento de culpa que le da al recordar algunos momentos de los siete años que pasó junto a Alberto; Ricardo lo sabe pero no dice nada.

El Negro ha muerto, fue arrollado por un conductor descuidado, el perro estaba al acecho de otra rata más, cruzó la calle sin precaución y no pudo evitar el seco golpe, una niña que vio todo gritó y le lloró al animal, pues era la mascota con la que siempre jugó desde sus primeros pasos, las ratas, es seguro, que no lo extrañarán.

¿Cuál es la jodida prisa tuya Roberto?, le reclama hecha una fiera Leticia a su esposo cuando éste, por tercera vez, le preguntó si Petra ya sabía lo de Alberto, que nuestro matrimonio se está yendo al caño y desde entonces ya no eres la misma, dice Roberto con tono sereno, tratando de tranquilizar a Leticia y, una vez más, ella evade tema.

Petra fuma fuera de su casa, observa a la niña triste, solitaria, sentada en la banqueta, aun no puede olvidar la terrible experiencia de la muerte del Negro, Me alegra verla fuera de su habitación madrina, dice Leticia caminando hacia ella, estoy segura que hoy vendrá otra vez Alberto mi niña, contesta Petra, Leticia sólo la escucha.

La soledad invade la habitación, ya son las cuatro de la mañana y Roberto no ha llegado a casa, Leticia siente miedo al abandono pues, Roberto, jamás se había ausentado, por fin ella cede, toma los primeros objetos que tiene a la mano y, maldiciendo, los empieza a lanzar a todos lados, envuelta en llanto, ira, desesperación… y soledad.

A la mañana siguiente el temor es confirmado, Roberto no llegó a dormir, Leticia está sentada sobre el suelo, no ha dormido, cientos de ideas le cruzan por la cabeza, sabe que ha pasado su línea de aguante, el teléfono suena, ella corre a contestar y quien llama le dice, buenos días señora, estamos haciendo una encuesta sobre el candidato López…

En la comisaría Mario paga una multa, Roberto había sido detenido por manejar en estado de ebriedad, ya libre Roberto agradece a Mario por acudir a sacarlo de la cárcel y le dice, ya no aguanté, se me hizo fácil y ayer me fui a una cantina a ahogar las preocupaciones, Mario lo apoya diciendo, a todos nos ha pasado amigo, ánimo.

Leticia recoge el desorden ocasionado la noche anterior, la pena penetra su corazón, Roberto entra a la casa, ella se abalanza hacia él, lo abraza, rompe en llanto y se desvanece de la impotencia, Roberto se sienta en el suelo junto a Leticia, la abraza, besa y acicala su cabello y, con comprensivo y tierno tono, le susurra, te amo.


3.- Realidad


Todo luce solo, el alumbrado público no enciende ya, hay ratas por doquier pues ya no está el mejor raticida de la cuadra, Leticia camina hacia la casa de Petra, el letrero de la lectura del tarot luce sucio y arrugado en el suelo, entra a la casa, se dirige directamente a la cocina y prepara algo de comer para su madrina, no se escucha ruido alguno.

Leticia gira la vieja perilla para entrar en la habitación de la anciana, el aire está libre de incienso, en la mesa con mantel rojo todo luce igual, incluso hay otra moneda en un vaso con agua, ya vine madrina, no recibe respuesta, ¿madrina?, vuelve a hablarle, Petra no contesta nada, Leticia se dirige a la ventana y corre las cortinas.

Ha pasado una hora, Leticia está abrazada del tieso cuerpo sin vida de su madrina, los ojos de Petra aun están abiertos, su ahijada la suelta, le cierra los ojos, se dirige a la salida de la habitación, hace una escala en la mesa para tomar la moneda del vaso y prosigue su andar con algunas gotas de agua escurriendo de entre sus dedos.

Leticia toca a la puerta, no encuentra respuesta, vuelve a intentarlo y nadie contesta, se retira no sin antes revisar que alguien abriera, para su asombro se ha abierto, regresa sobre sus pasos y le dice a la persona en la entrada de la casa, tu madre murió la semana pasada, Alberto, en ese momento un puro, aun encendido, cae al suelo y Leticia se va.

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